martes, 2 de septiembre de 2008

CONFLICTOS Y POLARIDADES

Problema, dificultad, enfrentamiento, tensión, son algunas palabras que fácilmente podemos asociar al CONFLICTO. Sin embargo no siempre es así. El conflicto manejado con inteligencia y creatividad puede ser una experiencia poderosamente enriquecedora que favorece el despliegue de nuestros recursos.

En líneas generales, el conflicto surge cuando hay una discrepancia o desacuerdo entre al menos dos personas o grupos de personas sobre un tema que es de interés para ambas y, generalmente la solución está en que cada una de las partes pueda expresarse y escuchar a la otra para llegar a un acuerdo mediante la negociación, siempre que haya respeto por la opinión del otro.

Pero, ¿qué pasa cuando el conflicto no se da entre personas, sino dentro de la persona? ¿cómo es esto de resolver conflictos internos?

Cuando el conflicto no es interpersonal sino intrapersonal la dinámica es muy similar. Nuestra personalidad está formada por fuerzas o aspectos opuestos entre sí y generalmente no somos conscientes de todos ellos, sino que algunos de estos aspectos los rechazamos en nosotros mismos y entramos en conflicto con ello.

Un ejemplo de este tipo de conflicto puede ser la persona que ante determinadas situaciones se cuestiona a sí misma por considerarse demasiado débil de carácter, o demasiado severa, o tal vez insensible o torpe…

Podría decirse que una parte de mí rechaza a la otra por considerarla inapropiada y mientras estos dos aspectos de mi personalidad no se ponen de acuerdo y siguen en conflicto los síntomas no se hacen esperar: ansiedad, confusión, irritabilidad, por mencionar algunos.

¿Cuántas veces no hemos sentido que queremos cambiar un aspecto de nosotros mismos y mientras más luchamos contra eso más difícil se pone la situación? Por ejemplo, con respecto a nuestra agresividad, o nuestra excesiva complacencia con los demás, o nuestra obsesión por el control.

Pues al igual que con los conflictos interpersonales, la solución no está en anular al otro, o en sacarlo del juego, sino en que cada uno pueda expresarse y obrar como colaboradores más que como rivales.

Gracias al conflicto puedo tomar conciencia de los diferentes aspectos de mi personalidad, reconociéndolos y legitimándolos como parte integral de mí mismo. Por lo tanto, si hay una parte de mí que quiero cambiar, lo mejor que puedo hacer es entrar en contacto con ella, conocerla mejor y descubrir para qué me sirve.

En este caso, la palabra clave en reconocer. Reconocer cada cualidad o característica de mi personalidad, y tomar conciencia de que a veces puedo ser tierna y a veces dura, dependiendo de las circunstancias, o que en ocasiones puedo ser firme y en otras puedo ser flexible, de acuerdo a mi conveniencia.

En síntesis, el conflicto se da cuando niego o rechazo algún aspecto de mi propia personalidad. Pero al mismo tiempo me brinda la posibilidad de ver qué es lo que estoy rechazando de mi mismo para poder reconocerlo y convertirlo en una fortaleza más que en un motivo de malestar y frustración.

Adriana González M.
Terapeuta Gestalt

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